A veces caigo en cuenta de que si bien entiendo algunas cosas que no debería entender, hay otras cosas que desafían todos mis intentos por comprenderlas. Ahora mismo me enfrento a una de ellas y llevo ya más de una hora dándole vueltas sin poder llegar a una conclusión lógica. Antes he pasado días enteros tratando de hallar algo que siquiera se asemeje a una explicación razonable, siempre sin mayor éxito. Tal vez sea que no debo entender esto, sino seguirme maravillando (y frustrando) antes el hecho de que me resulte incomprensible. Tal vez sea que le estoy prestando demasiada atención y por eso no logro entenderla. Quizás incluso sea que estoy tratando de entenderlo desde un punto de vista lógico y esto es algo que resiste toda lógica. De todas formas resulta frustrante encontrar algo que parece simplemente obstinado en no dejarse entender. No tiene explicación. No tiene razón de ser. No tiene sentido. Sin embargo existe, me veo forzado a enfrentarlo cuando menos lo imagino, y posiblemente lo seguiré enfrentando (y seguiré sintiéndome frustrado ante este hecho) por el resto de mi vida. Y cada vez que parece que estoy ya a punto de entenderlo, surge algo que lo vuelve a hacer inentendible, inexplicable, inexpugnable, como si estuviese rodeado de una barrera infranqueable. Un acertijo insoluble que, al parecer, forma parte de la naturaleza humana. Será acaso que algunas cosas están destinadas a permanecer por siempre fuera de nuestro alcance, más allá de todo intento por llegar siquiera a entenderlas.
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