Alice se había soltado el moño, posiblemente cansada de tener el pelo atado toda la mañana, y Andrei pudo ver que era era una cabellera rizada, larga hasta los hombros y que se balanceaba graciosamente cuando caminaba. Era un marco encantador para ese rostro de piel canela y enormes ojos azul cielo. Se preguntó si todas las mujeres de Júpiter (o al menos de alguna de sus lunas) serían así de bonitas, o si sería que su ascendencia era una extraña mezcla de factores unidos por una serie de coincidencias que habían determinado que ella se viese exactamente así y estuviese de pie al lado de la mesa. Estaba peligrosamente consciente de sí mismo, y eso lo ponía aún más nervioso. Le pareció que debió haberse afeitado antes de salir, que debió haberse puesto una camisa en lugar de la camiseta gris, que su casaca ya estaba demasiado gastada, que estaba pasando demasiado tiempo sentado frente a ella sin decir nada. Le sonrió. Ella respondió con una de esas amplias sonrisas que antes habían parecido darle la bienvenida y ahora se veían como una invitación a iniciar una conversación. Sin saber muy bien qué hacer, Andrei repitió el gesto de antes con la mano, invitándola a sentarse frente a él al otro lado de la mesa. La siguió con la mirada. Se sentía fascinado por la gracia de sus movimientos y el acompasado rebotar de los rizos castaños. Se sentía cada vez más y más perdido, como si algo le impidiese pensar en algo que no fuesen los movimientos de la chica de Júpiter.
martes, 30 de junio de 2009
sábado, 27 de junio de 2009
#122 - Sombras de un Cielo Absurdo: 05.
-Deberías haberte quedado en casa.
Alice inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, un gesto que había tenido desde que era una niña.
-Debería. Pero la paso mejor aquí. Además en casa no... -Se detuvo de pronto. Enderezó la cabeza y lo miró a los ojos. -No sé cómo te llamas.
De pronto se sintió avergonzado. Trató de forzar una sonrisa casual y no tartamudear.
-Andrei.
-Encantada de conocerte. Tengo un descanso en cinco minutos ¿te molestaría si... ?
No supo qué responder. Hizo un gesto con la mano, invitándola a sentarse. Ella volvió a sonreír y se alejó en dirección a la cocina. Andrei fijó la vista en los champígnones de la tortilla. Bebió un sorbo de café para estar seguro de estar despierto. ¿Sería posible que las cosas fueran tan sencillas? Tal vez debió haberle hablado antes. Si lo hubiera hecho podría haberle traído algo por su cumpleaños. Ella mencionó su descanso. Si estaba tomando un descanso a esta hora, entonces era probable que su turno terminara temprano y tuviera la tarde libre y tal vez podría salir a dar un paseo o a comer algo. Comer. La tortilla. Devoró la tortilla en poco más de dos minutos, para evitar cualquier situación embarazosa que pudiera presentarse si comía delante de ella. Se preguntó su habría alguna razón para que ella viniera a su mesa. No era particularmente atractivo y hablaba poco, aunque le gustaba mantener conversaciones largas con algunas personas que dejó atrás en la Tierra. La vio aparecer nuevamente, ahora sin mandil.
viernes, 26 de junio de 2009
#121 - Sombres de un Cielo Absurdo: 04.
Pidió café y tortilla de champignones como cada domingo por la mañana desde que había llegado a Marte hacía ya casi seis meses. La vio alejarse y luego volver un par de minutos después con una jarra de café caliente en la mano izquierda y en la mano derecha el plato con la tortilla recién hecha. Notó que la pequeña placa con su nombre decía Alice. También notó que en la solapa de la blusa llevaba un pequeño broche amarillo con una carita sonriente. No había visto uno de esos broches desde que salió de la Tierra. Se dio cuenta de que ella podía pensar que le estaba viendo el busto. Decidió que era hora de hacer algo más, decir algo más, cualquier cosa.
-Lindo broche.
Ella sonrió y sus enormes ojos azules parecieron iluminarse. ¿Sería acaso que nadie más había notado el broche?
-Gracias, me lo regalaron hoy.
Su cerebro empezó a procesar las palabras. Realmente no había esperado respuesta alguna, menos aún algo que podría ser el inicio de una conversación con la chica de Júpiter. Tal vez era momento de sonreír y tratar de hacer que las cosas fluyeran por sí mismas.
-¿Alguna razón en especial?
-Es mi cumpleaños.
Alto ahí. El día empezaba a tomar un rumbo inesperado. ¿Qué debía decir? No había tenido una conversación trivial con una mujer en más de seis meses. Demonios, no había tenido una conversación trivial con nadie en más de seis meses. Debía buscar una respuesta, y rápido. Le pareció estúpido que fuera algo tan obvio.
-Feliz cumpleaños, Alice.
jueves, 25 de junio de 2009
#120 - Sombras de un Cielo Absurdo: 03.
Se puso la casaca de cuero artificial y presionó algunos botones en la terminal al lado derecho de la puerta. Tres pequeñas esferas de acero pulido, no más grandes que una bola de billar, salieron de algún rincón del departamento y empezaron a flotar por la sala, decidiendo la mejor forma de cumplir con la lista de tareas de la limpieza de fin de semana. Muchos preferían a las ginoides para el servicio doméstico, pero a él siempre le había parecido un desperdicio. Los robots esféricos podían llegar a todos los rincones del departamento sin tener que cambiar de lugar los muebles, y varios de ellos podían trabajar juntos por menos de la mitad de lo que costaba una ginoide. Sonrió. Demasiadas reflexiones para una mañana de domingo. Salió del departamento y tomó el elevador. Las calles estaban abarrotadas, igual que todos los domingos por la mañana. Caminó los dos bloques que lo separaban del café, y le pareció extraño que recién hubiese notado a la chica de Júpiter hacía tres semanas. Sería acaso que no había prestado la suficiente atención. De pronto se dio cuenta de que ya estaba sentado en una de las mesas al lado de la ventana. Por alguna razón el lugar estaba casi desierto. Y allí estaba ella, caminando entre las mesas con su uniforme de blusa y minifalda azul marino, el pequeño mandil amarillo, el cabello castaño oscuro atado en un moño, los enormes ojos azul cielo y la sonrisa que le daba la bienvenida una vez más.
miércoles, 24 de junio de 2009
#119 - Sombras de un Cielo Absurdo: 02
No tenía ganas de abrir los ojos. Sintió las motas de algodón en sus manos y se las llevó mecánicamente a la nariz sin prestar mayor atención a los pequeños robots que cambiaban el filtro de la ventilación igual que todos los meses. Abrió los ojos y vio su rostro reflejado en el enorme espejo sobre el lavabo. El baño era pequeño pero cómodo y tenía una cierta elegancia, igual que el resto del departamento y el resto de la ciudad en general. Esa era una de las razones por las que había decidido probar suerte lejos de la Tierra. Aquí su dinero valía más. El mismo trabajo, la misma paga, menor costo de vida. Pensó que su abuelo debió haber hecho esos mismos cálculos hacía más de doscientos años, cuando la humanidad apenas empezaba a establecer colonias permanentes en la Luna. Decidió que, siendo domingo, podía darse una larga ducha con agua caliente antes de salir a desayunar. Sintió de pronto el familiar y agradable aroma del café fresco que entraba por el filtro que los pequeños robots habían terminado de instalar. Lentamente salió del baño y se vistió mientras pensaba en la sonrisa de la linda muchacha de Júpiter (o al menos de alguna de las lunas de Júpiter) que atendía las mesas los domingos por la mañana y que parecía estarlo esperando cada vez que entraba al lugar en busca de un café y una tortilla de queso y hongos. Quizás está vez finalmente tendría el valor de invitarla a salir.
#118 - Sombras de un Cielo Absurdo: 01.
Tuvo la extraña sensación de que era lunes, aunque algo dentro de sí le dijo que en realidad era domingo y no había razón para salir de la cama tan temprano. Por séptimo día consecutivo despertó con el olor de su propia sangre llenando sus fosas nasales. Rodó hasta el borde de la cama y dejó caer sus piernas con desgano antes de siquiera abrir los ojos. Después de todo no sentía la necesidad de abrirlos. Todo iba a ser exactamente igual, todas las cosas en el mismo lugar. Las gotas de lluvia en la ventana, las nubes gris oscuro flotando a la distancia en el cielo marciano, el mismo escritorio de aluminio y madera sintética, el mismo piso frío bajo sus pies, las gotas de sangre cayendo por su nariz antes de que pudiera llegar al baño y el dispensador le diera las motas de algodón que necesitaba. El médico del edificio había dicho que su nariz sangrante se debía a la humedad del ambiente, pero él estaba seguro de que debía haber otra razón. Había pasado un par de años en una de las ciudades submarinas de la Tierra antes de venir a probar suerte en las arenas rojas de Marte, y, al menos para él, eso descartaba la posibilidad de que el húmedo clima artificial del invierno marciano le estuviese haciendo sangrar la nariz cada mañana. El viejo androide médico debía estar empezando a fallar. La blanca luz del baño se encendió automáticamente cuando el sensor del piso registró su presencia. Aún no abría los ojos.
martes, 23 de junio de 2009
#117 - Sombras de un Cielo Absurdo: 00. Intro
Desde hace un par de días he estado pensando que puedo hacer algo más con las doscientas cincuenta palabras que intento escribir cada día. Mi intención ha sido desde el principio ganar un poco de soltura al escribir, acostumbrarme a producir una cierta cantidad de palabras y repetir este ejercicio cada día, y ha funcionado hasta cierto punto, porque si bien no he podido mantener un ritmo estable de publicación (y no creo que mi estilo haya mejorado), sí he logrado reducir el tiempo que me demora escribir los posteos de cada día. Sin embargo, creo que puedo aprovechar este espacio para algo más que lanzar reflexiones extrañas y medianamente absurdas acerca del mundo que me rodea. A esto se suman las ganas de contar historias que surgen de pronto en medio de la rutina de cada día.
Sombras de un Cielo Absurdo es un proyecto narrativo dentro de 250 palabras al día. La intención es contar una historia de ciencia ficción mediante fragmentos de poco más de doscientas cincuenta palabras, lo que significa que la narración quizás no sea tan fluida como debería.
Habrá algunos días en que deje de lado la narrativa para volver a las reflexiones y cosas surrealistas de costumbre, y quizás en algún otro momento me detenga a analizar las cosas que estoy escribiendo y tratar de ver adónde me está llevando todo esto, y por eso estoy agregando dos etiquetas nuevas: Sombras de un Cielo Absurdo y narrativa , para poder ubicar con más facilidad los posteos.
lunes, 22 de junio de 2009
#116
Normalmente no me agrada la idea de salir a comprar comida en mi hora de almuerzo, principalmente porque pierdo demasiado tiempo en ir hasta el supermercado y comprar algo, pero algunas veces agradezco la oportunidad de alejarme un poco del ruido y despejarme la mente comiendo en silencio mientras observo a lo lejos el estante de verduras. No es que haya algo especialmente filosófico en el estante de verduras, sino que observarlo me permite no pensar en nada por un rato.
Por lo general no me gusta comer solo, al menos a la hora de almuerzo. Me he acostumbrado a las conversaciones que surgen entre, alrededor y sobre platos de comida, y las que vienen después de la comida. Al menos así han sido siempre las cosas en casa, y he tratado de llevar eso a todas las otras mesas que he tenido oportunidad de compartir hasta ahora, aunque algunas veces me cueste trabajo iniciar la conversación. Claro que también han habido muchas ocasiones en las que he preferido permanecer en silencio y he llegado a desear que la gente a mi alrededor comiese sin decir nada, sobre todo cuando de pronto me veo asediado por personas totalmente incapaces de leer entrelíneas y entender que quiero que me dejen solo.
Hoy fue uno de esos días en los que preferí pasar la mayor parte del tiempo conmigo mismo, así que ir al supermercado alivio la frustración producida por el hecho de que el catering olvidara mi almuerzo una vez más.
domingo, 21 de junio de 2009
#115
A veces caigo en cuenta de que si bien entiendo algunas cosas que no debería entender, hay otras cosas que desafían todos mis intentos por comprenderlas. Ahora mismo me enfrento a una de ellas y llevo ya más de una hora dándole vueltas sin poder llegar a una conclusión lógica. Antes he pasado días enteros tratando de hallar algo que siquiera se asemeje a una explicación razonable, siempre sin mayor éxito. Tal vez sea que no debo entender esto, sino seguirme maravillando (y frustrando) antes el hecho de que me resulte incomprensible. Tal vez sea que le estoy prestando demasiada atención y por eso no logro entenderla. Quizás incluso sea que estoy tratando de entenderlo desde un punto de vista lógico y esto es algo que resiste toda lógica. De todas formas resulta frustrante encontrar algo que parece simplemente obstinado en no dejarse entender. No tiene explicación. No tiene razón de ser. No tiene sentido. Sin embargo existe, me veo forzado a enfrentarlo cuando menos lo imagino, y posiblemente lo seguiré enfrentando (y seguiré sintiéndome frustrado ante este hecho) por el resto de mi vida. Y cada vez que parece que estoy ya a punto de entenderlo, surge algo que lo vuelve a hacer inentendible, inexplicable, inexpugnable, como si estuviese rodeado de una barrera infranqueable. Un acertijo insoluble que, al parecer, forma parte de la naturaleza humana. Será acaso que algunas cosas están destinadas a permanecer por siempre fuera de nuestro alcance, más allá de todo intento por llegar siquiera a entenderlas.
sábado, 20 de junio de 2009
#114
Empiezo a odiar estos interludios inesperados. Es decir, una cosa es no publicar porque me olvidé, o que Google tenga hipo y los posteos no aparezcan hasta el día siguiente o un par de días después, pero otra cosa muy distinta es cuando realmente quiero escribir algo y todo conspira para que no tenga el tiempo o el medio para hacerlo. Estos días han sido complicados porque con mi viejo en el hospital y mi vieja quedándose con él casi todos los días, tuve que hacerme cargo de la casa al volver del trabajo por las noches, y eso no me dejaba el tiempo suficiente como para escribir. No es que me tome demasiado tiempo escribir (este posteo posiblemente esté terminado en menos de quince minutos), pero la preocupación y el estrés no me dejaban ordenarme lo suficiente como para producir un párrafo siquiera mediamente decente. Ahora todo ha vuelto a la normalidad, al menos hasta que algo vuelva a evitar que pase tiempo delante de Alexiel. Por eso, y como medida temporal hasta que pueda costear una laptop o al menos una netbook, he instalado Portable Apps en mi siempre confiable DataTraveler y al menos ya tengo algo en que escribir cuando estoy fuera de la casa pero cerca de una PC. El problema sigue siendo ese periodo de dos horas en camino de regreso a casa. Me he acostumbrado a ponerme los audífonos y dormir en ese tiempo, pero es porque no hay nada más que hacer. En fin, ya veremos qué se puede hacer más adelante.
Tercer Interludio - Involuntario
Y nuevamente me he visto forzado a interrumpir el ritmo de publicación. Durante estos días que mi viejo estuvo en el hospital me he tenido que hacer cargo de la casa por las noches (mi hermano no es de gran ayuda) y eso realmente no me ha dejado tiempo más que para revisar mi correo y hacer algunas cosas en Facebook. Ahora que papá está de regreso en casa espero que las cosas finalmente vuelvan a la normalidad y poder escribir todos los días como me propuse al empezar este blog.
Dentro de un rato subiré el posteo del día.
jueves, 4 de junio de 2009
#113
Una vez más camino bajo la ligera llovizna de la noche limeña, cuando siento que alguien me observa desde alguna parte del jardín a mi izquierda. Me detengo, giro la cabeza y puedo ver varios arbustos, algunas piedras grandes que supongo sirven de decoración para el grass, un árbol y algunas flores que crecen al lado de los escalones de la entrada de esta casa a la cual no había prestado mayor atención hasta ahora. Aún siento la mirada posada sobre mí, aunque no puedo ubicarla. No hay nadie en las ventanas ni en el pequeño balcón del segundo piso. Me paro de frente a la casa para ver mejor, y mientras la recorro con la mirada de un extremo a otro capto un ligero movimiento en el rabillo del ojo derecho. Me sobresalto. Las veces que esa clase de cosas han sucedido no han sido muy agradables. Mis músculos se tensan por instinto, aunque eso no sirva de mucho si las cosas van por el camino por el que fueron antes. Entonces escucho el maullido. Dirijo la mirada en dirección al origen del sonido casi sin pensarlo, acostumbrado a ubicar a mis gatos por sus maullidos durante años. Al lado de un arbusto, oculto por una sombra proyectada caprichosamente sobre el primer escalón de la entrada, un pequeño y regordete gato siamés me mira con curiosidad e inclina la cabeza hacia un lado. Me pregunto qué lo habrá llevado a maullar para llamar mi atención. Le sonrío y sigo mi camino recordando la época en que mis gatos me esperaban en la ventana de mi habitación al volver de clases.
miércoles, 3 de junio de 2009
#112
Camino entre la ligera lluvia de una noche de otoño que parece prometer un invierno bastante interesante este año, al menos para los que preferimos el frío. No es que me oponga al calor, es sólo que prefiero climas más bien fríos, de preferencia grises. Siempre he sentido que hay pocas cosas que se puedan comparar a la sensación que produce tomar una taza de café caliente mientras veo la lluvia al otro lado de la ventana, y mejor aún si es un sábado por la mañana después de una semana de trabajo. Es una imagen melancólica, pero para mí siempre ha sido la mejor forma de empezar un fin de semana. Nada mejor para estimular la creatividad. Ahora que lo pienso bien, la mayor parte de las cosas que he producido hasta ahora, sean dibujos, historias o aventuras de Dungeons & Dragons, las he producido durante los meses de otoño e invierno. Es como si la creatividad disminuyera mientras se acerca el verano.
Caminar entre la neblina o bajo una ligera llovizna en la noche, viendo las luces de la ciudad reflejándose en los pequeños charcos y distorsionándose en la humedad del ambiente me produce una sensación de bienestar que realmente no puedo encontrar en el verano (salvo en las noches en que hay neblina, o en medio de las infrecuentes garúas de verano). Me pierdo en mis pensamientos mientras meto las manos en los bolsillos y siento un par de gotas de lluvia escurrirse por el borde de la capucha y salpicar mi frente. Me siento bien.