jueves, 28 de junio de 2007

In the streets of madness

Por lo general no tengo mayores problemas para llegar a mi trabajo, salvo la eventual revisión policial en la carretera o algún embotellamiento en un par de lugares ya conocidos, todo lo cual fue tomado en consideración cuando establecí la hora a la que salgo de casa y la hora en que entro a trabajar. Circunstancias excepcionales pueden ocasionar que llegue un par de minutos tarde, nada muy serio (a menos que ocurra dos días seguidos, como la semana pasada). Ayer, sin embargo, mi camino fue bloqueado por una imprevista, imprevisible e inefable manifestación. Llegué al trabajo lo suficientemente tarde como para animarme a escribir este posteo acerca de lo incoherente, absurdo, kafkiano, lovecraftiano, típicamente peruano de la situación.

Empieza la travesía
Salí de casa como siempre, de modo que no voy a entrar en detalles de algo que no es trascendental para esta narración. La verdadera travesía se inició cuando el bus quedó atrapado en un embotellamiento en la Av. Tacna. Tras un par de minutos observando la forma en que los demás buses empezaban a acumularse detrás de aquella cafetera en la que me encontraba, me di cuenta de que eso era mucho más que uno de los cuellos de botella estándar que uno atraviesa diariamente en nuestra caótica y gris Lima. La ausencia de tráfico al otro lado de la avenida era también una mala señal, y el chofer del bus empezaba a especular que podría tratarse de un accidente. Sinceramente, eso hubiera sido genial, porque un accidente (sea choque, atropello o lo que sea) representa una pequeña congestión que desaparece una vez superadas las inmediaciones de la escena del accidente. Tardamos alrededor de diez minutos en recorrer las dos cuadras que faltaban hasta Wilson (no importa cuánto se esfuercen en poner por todos lados que la avenida ahora se llama Garcilaso de la Vega, siempre será Wilson), y parecía que las cosas mejoraban a partir de ahí, con un tránsito más o menos fluido en ambas direcciones. Hasta llegar a Uruguay.

Desarrollos inesperados
A partir de ahí empezaba un nuevo embotellamiento que me obligó a bajar del bus y tomar un taxi con la esperanza de poder aprovechar una posible salida a la Vía Expresa... salida que estaba bloqueada por dos motocicletas de la policía de tránsito. Al borde de la desesperación, tomé el celular y llamé a la oficina para reportar mi situación.
- XYZ, buenas tardes.
- ¿Supervisora? Estoy atrapado en el tránsito en Wilson, parece que hay una manifestación o algo. Voy a llegar unos quince minutos tarde (nota mental: pobre iluso, BWAHAHAHAHA)
- Ya, pero... ¿no puedes llegar antes?
- Mmm... Como que no hay forma de salir de aquí. Estoy en un taxi, pero no creo que pueda llegar antes.
- Ya bueno, pero vuela.
- Ok.
En realidad si en ese momento me hubiera bajado del taxi y hubiese empezado a correr por la avenida hasta llegar a Arenales, podría haber llegado más temprano de lo que llegué al final.
Con la idea de avanzar hasta España y entrar al Zanjón, el taxi volvió a Wilson, sólo para quedar estancado en la esquina.



El taxista propuso doblar en España para salir a Salaverry y evitar todos los embotellamientos, pero el embotellamiento en España hacía imposible salir hacia cualquier calle que no fuera Alfonso Ugarte, donde otro taco de tránsito nos detuvo por varios minutos.


Cuando finalmente llegamos al extremo de Alfonso Ugarte, una ambulancia nos cerró el paso, pues al parecer había ahí otro problema distinto, pero que confabulaba para hacer intransitable toda el área.


Cóncavo y convexo a la vez
De pronto, como una suerte de aparición espectral, apareció un policía de tránsito, aunque había algo maligno en la forma en que hacía señales con las manos.
- Disculpe ¿por dónde...?
- Desvíese.
- Pero...
- Desvíese.
Lo dije: había algo maligno en la forma en que hacía señales con las manos. De pronto todo dejó de tener sentido, pues el taxista se vio obligado a doblar por una calle que creo que se llama Jorge Chávez, aunque no estoy seguro, pues los recuerdos y las fotos son borrosos.



De alguna forma (posiblemente siguiendo alguno de esos muros cuya concavidad termina siendo convexa, como en la ciudad perdida de R'lyeh, o quizás subiendo por alguna cuesta que en realidad desciende hasta los abismos más oscuros) el taxi apareció como por arte de magia en Jesús María, cruzando la Av. Brasil a una cuadra de las Galerías, y terminó de materializarse en la esquina del estudio de Frecuencia Latina en San Felipe.

Supongo que eso sustenta la teoría de los wormholes ocultos en las calles de Lima (y en la Vía de Evitamiento en horas punta). Después de un par de giros más por calles menos conocidas aún, el taxi salió a Javier Prado.




Creo que ni Sixto Paz y sus abducciones podrían explicar la forma en que recorrí Lima en un borrón pero de todas formas llegué 30 minutos tarde.

Explicación de la nueva categoría
El término "Americana" se utiliza para referirse a aquellas escenas o situaciones que son típicamente estadounidenses. Como dice George Harrison en el DVD de Traveling Wilburys:
(it) was like really Tom Petty and Bob (Dylan), I mean, Jeff (Lynne) and I were there too, but we were just sitting around in the kitchen, and for some reason, (the song Tweeter and the Monkey Man) is talking about all this stuff that still makes no sense to me, that Americana kinda stuff
De la misma forma, Peruviana sería un término para referirse a aquellas escenas o situaciones que son típicamente peruanas.
'Nuff Said.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A la mexicana:
No mames we, esa wea del tránsito estuvo de mil huevos, no seas cabrón, qué pinche día has tenido mijo. Todos se la comen doblada y de 10, así ---> =OOOOOOOOOO (sí, qué talento).

Y fuera de eso, de razón dijiste que no podías ser invocado antes ya que habías llegado tarde y no podías pedir permiso para volar antes de la chambing... Ahora todo comienza a tener sentido...

PD: Manda las fotos al círculo, quiero postearlas en el blog, manda, manda, manda...