Me quedé dormido en un micro perdido en medio del tráfico tóxico de la Avenida Wilson un martes por la noche. De pronto desperté cuando el vehículo se detuvo en una de las primeras cuadras de la Avenida Tacna, y escuché la voz de un policía de tránsito, una voz fuerte pero cansada, posiblemente llegando al final de un día pesado. Lo que sigue es un recuento más o menos exacto de lo que sucedió en esos memorables diez minutos.
-Buenas noches. Usted acaba de recoger pasajeros en zona prohibida. Sus documentos por favor.
-Pero jefe, si fue sólo una señora…
-Mire, prohibido es prohibido no importa si es una o tres. Sus documentos.
-Es que jefe, es la primera vez…
-Así fuera la quinta, igual es falta.
-Ya pues jefe…
El policía se quita los lentes, se frota los ojos y se vuelve a poner los lentes. Ahora sí se le nota el cansancio en la mirada. Definitivamente no es la primera vez que escucha esto, ni será la última vez que lo escuche mientras siga siendo policía.
-Señor, mi turno ya casi se termina y lo último que quiero es que usted me venga a complicar las cosas. Deme su brevete.
-Ya pues jefecito, si no es nada…
-Es una falta leve, deme su brevete para ponerle su multa de una vez y que usted se pueda ir a completar su ruta.
El chofer murmulla algo ininteligible. Ahora no puedo ver el rostro del policía, pero estoy seguro de que sus cejas empezaron a fruncirse.
-Si quiere decirme algo dígalo en voz alta, igual que yo le estoy hablando a usted, para que todos puedan escucharlo.
-Pero jefe, si no ha sido nada…
-Deje de repetir la misma cosa y deme sus papeles de una vez antes de que le ponga también la multa por esa intermitente que no funciona.
-Ya pues jefe… no tengo…
-¿No tiene brevete? Que bajen sus pasajeros y que su cobrador les devuelva el pasaje, yo voy a subir a la moto y usted me va a seguir hasta el depósito. ¿Me entiende?
Entonces, de improviso, sucedió algo que no pensé ver jamás en el Perú. El rostro del policía se puso rojo y su mirada cansada se convirtió en una expresión de furia inenarrable. Señaló al chofer con el índice enguantado de la mano derecha, los dientes apretados mientras su voz se dejaba escuchar hasta el otro lado de la avenida.
-¡Guarde esa plata que tiene en la mano! ¿O sea que no tiene brevete, me hace perder el tiempo y encima me quiere sobornar? Le voy a poner las tres multas que debí ponerle desde el principio, ¡y si no me sigue al depósito o si se demora le pongo orden de captura!
Juro que en ese momento me dieron ganas de darle la mano al policía, tomarme una foto con él y decirle que era un héroe. No me importó estar varado en la Avenida Tacna a las 8 de la noche, tampoco me importó tener que caminar una cuadra para poder tomar otro micro. Es que cosas así no se ven todos los días.
'Nuff said.
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