jueves, 16 de abril de 2009

#84

La carretera es un mundo distinto cuando hay neblina. Los faros de los buses ven como antorchas difuminadas en medio de la noche brumosa. Estelas rojas como borrones pasan al lado de mi ventana mientras trato de adivinar a lo lejos el horizonte, las estrellas y la luna ahora menguante. Es como estar dentro de una nube, pero a la vez es distinto. Hay una cierta magia en recorrer una carretera cubierta por un banco de neblina, incluso cuando esa carretera está ubicada al borde de un abismo frente al mar. No puedo evitar la sensación de que entre la neblina puede aparecer de pronto la silueta de una pareja de hadas jugando y riendo en la oscuridad interrumpida por las luces de los camiones y los buses. O quizás algún fantasma perdido en busca del destino que no pudo cumplir en vida. Tengo la sensación de que incluso sería posible escuchar el canto de alguna sirena si uno presta atención en medio del rumor de las olas y el ronquido de los motores, o que de pronto la luna va a aparecer entre la niebla y su breve luz va a iluminar algún pequeño duende que trata de cruzar la carretera.

Tal vez sea sólo que estoy soñando despierto, o que desperté a medias mientras volvía a casa y me di cuenta que estábamos en medio de un banco de neblina y mi imaginación empezó a volar. Sea como sea, de todas formas, sentirse en un mundo distinto y mágico es una sensación agradable.

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