Algunas veces le parecía que no era sólo la tecnología del puente la que era anticuada, sino que casi toda la tecnología empleada por el gobierno marciano estaba desfasada. Su hermana le había dicho que era parte del encanto de Marte, que le daba un cierto aire tradicional. Claro que ella no tenía que hacer la misma rutina de mantenimiento cada semana en todas y cada una de las terminales de la oficina central. Sin embargo, algunas cosas eran bastante nuevas, como las esferas que se encargaban de la limpieza en su departamento, y las ginoides que de pronto parecieron invadir su tranquila caminata por el parque en busca de un buen lugar al cual llevar a Alice una hora más tarde. Era como si de pronto alguien hubiese reemplazado a todas las mujeres a su alrededor y hubiese puesto en su lugar estas perfectas muñecas de porcelana de tamaño humano. Un grupo de ellas jugaban a la pelota con un grupo de niños. Otras parecían conversar mientras empujaban los cochecitos por el parque. La conversación de las ginoides era una de las pocas cosas que lograba captar la atención de Andrei en lo que se refería a estos robots humanoides de aspecto femenino. Para cualquiera que las escuchase casualmente, eran conversaciones triviales sobre el clima, recetas de cocina o la forma correcta de presentarse ante un invitado. De esta forma las ginoides intercambiaban información acerca de su funcionamiento, reportaban problemas, coordinaban labores grupales y algunas veces también intercambiaban recetas aprendidas con sus propietarios.
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