Subo a la azotea de la casa para contemplar la ciudad y respirar un poco antes de ir a dormir. No es algo que haga con frecuencia, pero de pronto sentí ganas de subir esta noche. Observo la gruesa línea de nubes en el horizonte, apenas visible por encima de la densa neblina que empieza a cubrir la ciudad. El viento arremolina el banco de neblina a mi alrededor y me envuelve, trayendo nuevamente los fantasmas que creí haber desterrado hace una semana. Había olvidado por completo que aún quedaba magia remanente aquí arriba, lejos del mundo. Es curioso. Debería haber también algo de eso en el resto de la casa, sobre todo en el estudio, pero no lo he sentido hasta ahora. Claro que es probable que el hecho de pasar mucho tiempo ahí haya terminado por convertir esa magia remanente en algo tan familiar que ya no trae esos fantasmas. O será que de alguna forma espero que esa energía no desaparezca y la acepto y paso por alto los fantasmas que habitan allí. Un par de cigarrillos, algo de whiskey y unas horas de sueño deberían ser un buen hechizo para alejarlos a todos de una buena vez. Tengo que ir a trabajar dentro de siete horas, así que tengo tiempo suficiente para hacerlo y continuar con mi vida como si nada hubiese pasado. O al menos sin dar señales obvias de que algo realmente sucedió durante la noche. Una buena dosis de café por la mañana completará el hechizo.
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