Ante la falta de algo para postear esta semana, decidí usar otro blast from the past y re-postear lo que escribí hace dos años en mi viejo blog (obviamente corrigiendo algunos errores y actualizando algunos datos). Aún sigo sintiendo lo mismo que cuando lo escribí, aunque las cosas han cambiado para mejor. Un saludo a todos los compatriotas donde quiera que estén.
No me llamo Perú, pero mi sangre es blanquirroja
Antes de iniciar, debo advertirles que lo que diga aquí puede herir susceptibilidades, encender pasiones y destruir hígados. Advertidos están pues, y quienes se atrevan a leer esto lo hacen por su cuenta y riesgo.
Soy peruano. Nací en La Victoria, Lima, hacen ya veintiseis años. ¿Por qué menciono esto? Simple. Quiero aprovechar el momento (un aniversario más de la independencia del Perú) para exponer algunas cosas que dan vueltas por mi mente desde que empecé a usarla poco antes de iniciar la secundaria.
Odio los desfiles escolares y los izamientos de bandera los domingos por la mañana. Que alguien me diga cuál es la función que cumple un desfile, que alguien me diga de qué forma un desfile enseña valores o estimula el amor a la patria... y que me lo digan sin recurrir al argumento paporreteado del acto cívico-patriótico. No canto el himno nacional a menos que considere que la situación realmente lo amerita. No escucho huayno ni música criolla (al menos mientras pueda evitarlo), y no le grito a los cuatro vientos que me llamo Perú. Escucho rock, metal, electrónica, jazz y blues, no importa de qué rincón del planeta provenga. El 31 de octubre celebro Halloween, que coincide con el cumpleaños de una de mis mejores amigas, tan peruana como el arroz chaufa, la mazamorra, El Comercio y los cuadernos Loro. No me gusta el olluco, la caihua, el rocoto relleno, el chilcano, la chicha de jora, apenas paso el ají. Me gusta el martini, el whisky, el vodka, la Corona y la Budweiser. Jamás le encontré sentido a discutir con los chilenos por el origen del pisco. Me encanta el ceviche, la papa a la huancaína, el tallarín rojo (que no es lo mismo que el spaghetti con salsa de carne), la chicha morada, la cancha serrana, la papa rellena, los picarones, el pollo a la brasa. Pilsen y Cristal son igual de buenas para mí, aunque me gusta más la Cuzqueña y nada se compara con un buen pisco sour. En ningún otro rincón de la galaxia existe algo tan bueno como un caldo de gallina o un sanguchón después de una noche de tomar como cosaco. Soy adicto a la Coca-Cola, me gustan McDonald's, KFC, los Snickers y los Hershey's. Crecí tomando Fanta e Inca Kola y comiendo Sublime, Princesita y el verdadero Gansito. El Muss con galleta era el pan de cada día cuando yo tenía cinco años. Nadie hace el pollo ni las hamburguesas como mi mamá. La navidad no es navidad sin pavo, panetón y chocolate. La mayoría de producciones nacionales en TV me parecen detestables, y el cine nacional no tiene más que un par de películas buenas en toda su historia. Si hubiese nacido en cualquier otro lugar del mundo posiblemente ya habría completado y publicado alguno de los comics que ahora son sólo proyectos a muy largo plazo. Si esto hubiese pasado, ese mismo comic sería imposible de conseguir en el Perú. Sé que aquí el que estudia no triunfa a menos que tenga suerte y que esa suerte muchas veces está en otro país. No hay cielos que me resulten más familiares y acogedores que el cielo a medias despejado de Huaral en otoño y el cielo gris de Lima en invierno. No tengo la esperanza de que la selección llegue a un mundial antes de que yo tenga la cabeza completamente cubierta de canas.
Corten mis venas y vean que la sangre que corre por ellas es tan blanquirroja como la de cualquiera.
Nací en el Perú. Eso no lo cambiaría por nada, porque es una de las cosas que definen mi forma de ser, de ver el mundo y de entenderlo. Sé que mi país no puede darme las oportunidades que tendría fuera de él, ni la seguridad económica que tendría en el extranjero, pero esas son cosas que pueden cambiar con el tiempo. Creo firmemente que junto a todo lo malo que hay en mi país, también hay innumerables cosas buenas. Sólo hay que saber encontrarlas, y una vez que las encuentras sólo tienes que saber disfrutarlas y aprovecharlas. Aunque la selección no le gane a nadie, aunque tengamos un gobierno que más bien parece circo, aunque el sistema judicial sea un asco, aunque las infracciones de tránsito se solucionen con un apretón de manos de cinco o diez soles, aunque la mayor parte de la prensa sea repugnante, aunque la plata no alcance para nada, aunque el sistema educativo retroceda en lugar de avanzar, aunque la moneda sea el Nuevo Sol pero las cosas se paguen en Dólares, aunque el cielo de Lima nunca deje de ser gris, la sangre que corre por mis venas siempre será blanquirroja. Y cuando mi cabeza esté llena de canas y la selección finalmente haya llegado a un mundial, estaré frente a la TV sufriendo con cada jugada.
'Nuff said.
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