Esta semana me mudé a la casa de mi papá.
Mis viejos nunca han vivido juntos, al menos no en los 26 años que llevo en este mundo. No es que estén separados ni nada por el estilo, las cosas son un poco... extrañas.
Some background
Papá y mamá son farmacéuticos, y papá tenía una de las farmacias más conocidas de la ciudad, en el primer piso de un edificio de cinco pisos que ya debe tener alrededor de 40 años. Ser farmacéutico debería ser bastante menos sacrificado que ser médico, es decir, a menos que tengas la vocación. Papá y mamá tenían la vocación cuando ejercían, y en cierta forma aún la tienen ahora que están retirados. No digo "vocación de servicio", "vocación de ayudar" o algún otro cliché, y no lo hago simplemente porque no es algo que pueda definir fácilmente, igual que la vocación de los médicos y los sacerdotes es difícil de definir (y, en algunos casos, de entender). Para mamá, esa vocación incluía estar pendiente de los clientes regulares y atender a todos por igual. Para papá, esa vocación incluía despertar a mitad de la noche para atender una receta urgente aunque no estuviera de turno. Supongo que por eso mucha gente venía a ver a mis padres incluso antes de ir al médico.
Por esa misma vocación (y porque siempre ha sido un poco paranoico), papá vivió siempre en el segundo piso de la farmacia, mientras mamá vivía conmigo y mi abuela en la casa del abuelo, a unos 200 metros de distancia.
En el 2001, una lluvia torrencial se trajo abajo el techo de mi cuarto, de modo que tuve que mudarme al tercer piso de la farmacia, compartiendo piso con uno de mis hermanos. Mi abuela y mi mamá se mudaron a una casa más pequeña un par de años después, para poder demoler la casa del abuelo y construir algo que se pudiera alquilar.
Cuando mi abuela falleció, mudé algunas cosas a casa de mamá, pero seguía viviendo mayormente en la farmacia. En enero del 2005 me rompí el tobillo mientras aprendía a patinar en hielo en Michigan, así que al volver me quedé en casa de mamá, Ef y Micky ayudaron con el traslado e instalación de algunas cosas y me establecí en la "caja de fósforos".
Papá finalmente cerró la farmacia hace dos años porque estaba generando pérdidas que ya no podíamos afrontar a la espera de tiempos mejores. Fuimos víctimas no sólo de las cadenas de boticas, sino de las decisiones de un gobierno dictatorial que se preocupaba únicamente de lo que vino a llamarse "Sector A", sin ninguna consideración por la supervivencia de la clase media a la que sigo perteneciendo, ni por la masificación del otro extremo de la escala. Pero eso será tema de otra entrada.
Setting things up
Hace unas semanas estuve hablando con mis viejos acerca de la posibilidad de mudarnos a Lima. La cosa no es tan fácil como puede parecer, y la mayoría de complicaciones vienen de la propia familia. Como sea, seguí insistiendo en la idea de finalmente vivir juntos como una familia y reducir los gastos de luz y agua, así como obviar la necesidad de movilizarse de una casa a la otra para desayunar, lavar la ropa y vernos la cara. Decidimos entonces mudarnos al segundo y tercer piso de la farmacia, porque el primero está alquilado.
El sábado 10 de noviembre, los contratistas de Telefónica decidieron aparecer a las 3.30pm para hacer el traslado de mi teléfono y conexión de Internet a la nueva casa. A las 5.10pm habían terminado de instalar las nuevas conexiones.
El domingo por la tarde, Alexiel II ya estaba instalada en la mesa de la que había salido dos años atrás, y las cosas empezaban a amontonarse por todos lados. Todo estaba listo para la mudanza del lunes, que recién se pudo realizar el miércoles por razones diversas (el café estaba frío, los chanchos no vuelan a menos que tengan un hidroavión o estén en una portada de Pink Floyd, etc). Finalmente, el miércoles por la noche la casa estaba vacía, salvo por las repisas con los DVDs, que tendrán que esperar a que les encuentre un sitio en la nueva casa.
Tan pronto pueda, pondré fotos de la casa vacía.
'Nuff said.
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